Vulcanismo es la palabra que utiliza siempre el Colectivo Decantado para referirse a los vinos canarios en sus divertidísimas reseñas. Esta semana nos permitimos la licencia de robarles el término para hablar de los más bien desconocidos caldos de la isla de Tenerife.
Con la influencia de los siempre presentes vinos portugueses, responsables de la plantación de la primera viña allá por 1497, Tenerife reúne las condiciones ideales para una producción más bien modesta, pero repleta de matices de lo más sorprendentes. Humedad, frescura, mineralidad y por supuesto, ¡vulcanismo!, son algunos de los elementos que vienen a definir esta cultura vinícola digna de descubrir.
Cinco son las denominaciones de origen que se encuentran actualmente en la isla. Emblema de la propia idiosincrasia tinerfeña, las viñas forman parte de la iconografía y el paisaje de la isla, dando lugar a opciones adecuadas para todos los paladares, desde los conocidos tintos y blancos, hasta ricos rosados o incluso los famosos Malvasías, muy populares en entre las cortes europeas entre los siglos XVII y XIX.
Empezando por el sur de Tenerife, la zona más cercana al Hotel Vanilla Garden, damos con la comarca de Abona. El ecosistema árido que caracteriza a esta zona de la isla, la escasez de agua y los siempre influyentes vientos Alisios dan lugar a un tipo de suelo repleto de materia orgánica y buen drenaje. ¿El resultado? Algunos de los blancos más agradecidos con el paladar de aquellos que disfrutan los afrutados y un sabor a alcohol poco diferenciado.
En el Valle de Güímar, por su parte, también destacan los blancos, que representan hasta un 65% de su producción. Su clima suave y la influencia directa del mar ha hecho que el tipo de cultivo pase de tradicional a ‘espaldera’, lo que facilita la mecanización del proceso. Además de sus característicos blancos, perfectos para acompañar un buen pescado, es conveniente darle también una oportunidad a sus dulces y espumosos.
La siguiente denominación de origen que queremos destacar es la de Ycoden Daute Isora, cuyo cultivo data de los siglos XVI y XVII. Zonas como Garachico, Buenavista o Icod de los Vinos son ideales para degustar estos caldos que van desde los malvasías clásicos, hasta tintos de todo tipo, rosados y los peculiares vinos de maceración carbónica. En sus suelos de cultivo destacan los compuestos de ceniza y roca volcánica, lo que le aporta un sabor y aroma únicos.
El Valle de la Orotava y la eterna presencia del Teide presentan de forma idónea el vulcanismo en estado puro. Sus 400 hectáreas, que van desde las faldas del volcán hasta el mar, son todo el territorio que abarca esta D.O. Dignas son de ver sus famosas viñas en forma de cordón trenzado, únicas en el mundo y símbolo de unos vinos con cuerpo y de alta calidad.
La última denominación que se encuentra en la isla de Tenerife es la de Tacoronte Acentejo, la muestra idónea del imaginario presente en las húmedas regiones del norte de Tenerife. Supone el 40% de la superficie que se cultiva en toda la isla y da actualmente trabajo hasta a 1.800 viticultores. Sus tintos tienen un carácter aromático y afrutado, consecuencia de una tierra muy rica distribuida en terrazas escalonadas. Una cita indiscutible para probar sus vinos es la festividad de San Andrés, día en el que se abren las bodegas y es tradición acompañarlos con castañas y carne a la brasa.